lunes, 13 de noviembre de 2017

Relato homenaje a Tolkien



 Hoy un relato homenaje a Tolkien y su obra literaria.
Eldarinlaurea:

             Los hombres del Sur la coronaron reina. Vivía en un hermoso Palacio de Cristal tallado por los propios sureños.
            En la Segunda Edad ella los siguió por propia voluntad hasta su oscuro reino.
            Hasta ese momento había vivido entre los árboles, oculta a los de su especia y a los ojos de los hombres.
            Pero el Rey del Sur la había visto en una cacería y obligó a su pueblo a atraparla cual animal salvaje. Los hombres del Rey la atraparon, pero al verla hermosa rogaron que los siguiera por su propia voluntad porque no querían obligarla a ir con el Rey, pero si no lo hacía su Rey quemaría cuanto vivía.
            Y ella, porque era noble entre los suyos, los siguió.
            Todos los suyos la habían olvidado. Recordaban que una vez había habido una Alta Sindar, hermosa como una mañana de Primavera, dulce como la miel de las colmenas y más sólida que los cimientos de la Tierra.
            Muchos habían olvidado su nombre, Sillaureawen había sido en otros tiempos, pero también ella lo había olvidado. Recordaba vagamente haber amado a un elfo, pero no recordaba su nombre.
            A su llegada al Reino del Sur la habían llamado “Eldarinlaurea” y ella tomó ese nombre. Se compusieron canciones sobre su hermosura y su nobleza. Todos los malvados sureños habían caído presos del amor y la veneración de la Doncella y se escribieron coplas e historia sobre cómo el Rey la había visto un día de cacería.
            La habían coronado Reina, pero ella no aceptó a nadie por esposo. Su alma lloraba en la soledad de la noche y las antiguas canciones se hacían cada vez más imperiosas.
            “Al mar he de marchar,
            Allí reconoceré a los míos y con ellos viviré.
            Al mar he de partir
            O mi vida se perderá.
            No marchéis sin mí,
            Con vosotros ha de partir
            Eldarinlaurea,
            La última elfa de la Tierra Media”.
Y después de cantar se acostaba en la cama de plumas y soñaba inquieta con gaviotas que reclamaban su alma.
            Y el brillo de sus ojos se fue apagando y su rostro ya no era dorado.
            Y un día, el último de los sureños que quedaban en la Tierra Media, que había firmado la paz con Ellesar decidió que era tiempo de dejarla ir.
            Dos edades habían disfrutado de ella los de su pueblo y su alma se estaba apagando y ellos no querían que su hermosa Doncella muriera.
            Y se fue.
            Era un día de Abril de la Cuarta Edad, cuando Eldarinlaurea dejó a los sureños.
            Caminó nuevamente por los bosques y oyó la melodía del viento, largo tiempo olvidada.
            El murmullo del agua cristalina hizo que recobrara la luz de su mirada. Y llegó al Gran Río.
            - Lo seguiré y me llevará a los Puertos que dan al Mar, después de tantos años.
            “A Elbereth! A Githoniel!
            La Tierra Media dejaré.
            A Elbereth! A Githoniel!
            Al oeste, al Oeste.
            El mar aguarda mi llegada.
            A Elbereth! A Githoniel!
            Libre vuelve a caminar
            Eldarinlaurea!”

La Doncella caminaba a un ritmo suave y musical. Escuchó el ruido del mar y el murmullo de las gaviotas a lo lejos. Y todo cuanto la rodeaba empezó a llamarla.
            “A Elbereth” A Githoniel”
            Regresó Eldarinlaurea
            A Elbereth! A Githoniel”
Canturreaba feliz y su voz sonó antigua y firme. Y el río cantó con furia.
Un ent viejo se aproximó a la Doncella y la cogió en brazos. Acarició el rostro dorado y sintó ganas de llorar. Largo tiempo había pasado desde que ella se dejó llevar por los sureños y la había extrañado.
            - Fangorn. Mi más fiel amigo.
            - Bienvenida de nuevo, Laurearan.
            - No me quedaré, viejo amigo. Parto al mar, después de Cuatro Edades en este  mundo el mar reclama que regrese.
            - Muchos han partido ya, sólo queda una colonia en Ithilien.
            - No puedo esperarlos, amigo.
            - Lo sé, pero al menos ve a descansar al Río donde te solías bañar y te llevaré alimento Ent.
            Largo va a ser tu camino y tu paso ha de ser venturoso.
            - De acuerdo, viejo amigo.
Haré caso de tu recomendación, pues eres antiguo y sabio.
            Allí te espero.
Y la Doncella llegó al río.  Y mojó sus fatigados pies en el arroyo.
            “A Elbereth! A Githoniel!
            Al mar regresaré.
            A Elbereth! A Githoniel!
            Con los míos volveré.
            A Elbereth! A Githoniel!
            Y recordaré mi estirpe.
            Y mi lengua recordaré.
            Más allá del Mar hasta mi nombre recordaré.
Canturreaba y bailaba en el arroyo. Oía la voz de la brisa marina y el cielo le mecía los cabellos.
            Su voz se elevaba por encima de los ruidos del viento y el agua. Y sonaba antigua y poderosa.
            Un elfo caminaba por Fangorn acompañado por un enano de las montañas.
            Su rey había muerto y el mar esperaba por ellos. Un séquito de elfos los seguía, en silencio.
            Y la voz del viento les llevó un canto de los suyos. Una voz antigua y dulce, que había estado silenciada en el Reino del Sur.
            Y sus corazones gritaron y latieron con fuerza.
            Legolas, Hojaverde, miró a los suyos y ordenó que aguardaran.
            - Yo iré a buscarla.
            - Puede ser una trampa.- Aconsejaron los suyos y el enano.
            - Aún así he de ir, pues creo que mi destino espera con esa voz.  
Partid a los Puertos aún sin mí.
            - Yo iré contigo...
            - No, amigo Gimli, esta vez no me puedes acompañar.
            - Pero...
            - Adiós a todos.
            -Vaya con cuidado Majestad y que la Gracia de Elbereth Githoniel os acompañe en vuestro camino.
            - Gracias y hasta pronto, esperemos.

Legolas, Hojaverde, se separó de sus amigos y caminó por el bosque hasta que llegó al Gran Río.
            Contempló a la Doncella. Tenía el largo trenzado, dorado como el trigo. Una túnica digna de reyes adornaba el cuerpo frágil y el sonido de su voz era similar al del agua cristalina del arroyo.
            Por un instante, Legolas Hojaverde, sintió que el mundo se había detenido y su corazón latió acelerado.
            - Buenos días, Doncella.
¿Qué hacéis aquí sola? ¿Acaso no sabéis que los vuestros han atravesado el mar?
            - Si bien no todos. – Respondió ella, sin girarse para mirar el rostro de quien le hablaba. – Pues vos sois uno de los míos.
            Majestuoso y firme, con una voz antigua, aunque no tanto como la mía.
            - ¿Cómo podéis saberlo sin mirarme?
            - Eldarinlaurea se giró y lo observó. Era un Alto Sindar, de facciones hermosas y limpias. Una edad menor que ella, calculó. Su rostro era firme y hermoso. Los ojos grises la observaban con desconfianza y admiración.
            Y sintió que su alma desfallecía. Por un momento recordó a su raza y el Príncipe llevó a su memoria fragmentos olvidados de su pasado. Amó a un elfo, que quiso a otra y por eso vagó por los bosques, oculta a las miradas de todos.
            Y después habló.
            - Reconozco el timbre de voz de los míos. Y también su olor... Y veo que vos sois un sindar.
            Soy más antigua que vos y nada temo. Viví muchos años en un castillo de cristal, encerrada. Cautiva y presa. Echando de menos caminar bajo el sol.
            Al fin me liberaron y puedo regresar al mar, con los míos. Eso me llena de felicidad...
            No voy a aguardar a nadie, pues marcho ya. Ahora sólo os pediría que me dijeseis quién sois vos y por qué vuestro camino os ha traído a Fangorn.

            Antes de ser capturada ningún elfo pisaba esta tierra. “Maldita” decían “Maldita y oscura está la Tierra del Bosque de Fangorn”.
            - He pisado antes Fangorn.
Y soy amigo de su señor.
            ¿Vuestro acceso está aquí permitido?
            - Sin duda lo está.
Fangorn es un amigo muy querido para mí y largos años fue mi única compañía.
            -¿Quién sois?
            - No recuerdo mi nombre.
Dos Edades permanecí lejos de los míos y no sé quién soy o cuál es mi estirpe.
En el Sur me llamaban Eldarinlaurea, y para Fangorn yo soy Laurearan.
            - Y sin embargo me habéis reconocido como Sindar.
            - Es más simple recordar las cosas que afectan a personas ajenas antes que las propias.
            Conozco las razas y sabría identificar a un sindar de un noldor, y a un silvano que a un habitante de Rivendel.
            Puedo diferenciar los olores, los colores de las ropas y sé reconocer a un Alto Elfo, como sois vos.
            Quizás un Príncipe o puede que un Rey.
            Desconozco mi estirpe. Si soy Alta Elfa o Elfa sin más.
            Sin embargo recuerdo que sabía tejer y escribir en Quenya y Noldor. Que durante un tiempo habité en un hermoso Reino, del cuál yo era Reina y que me enamoré.
            Conozco las lenguas de los numeronanos y de los Rohirrin. Entiendo a los Norteños y también a los Gondorianos.
            Y recuerdo que sabía curar a los enfermos y que era una gran curandera de mi gente.
            Pero no puedo saber cómo curaba a los heridos y tampoco porque tenía tantos conocimientos de las cosas.
            Estuve largo tiempo encerrada en el castillo de Cristal que construyeron los sureños, me sentía como un mirlo perseguido por un halcón.
            - ¿Sois enemiga del Rey Eledarian?
            - No soy enemiga de nadie. Sólo quiero partir lejos, y sentir otra vez ... – La Dama sintió un fuerte dolor en el cuerpo y cayó desfallecida.
            La hermosa cabellera rubia se revolvió en el agua y su bello rostro palideció, los grandes ojos grises se cerraron.
            Legolas tomó en brazos a la Doncella y la dejó en el suelo.
            - Si es una trampa de los sureños pagaré caras las consecuencias de haberme apiadado de un enemigo...
            Pero... su belleza lejana me recuerda las historias que se contaban en mi Tierra sobre la Dama Desaparecida cuando era muy joven.
            - Legolas observó el bello rostro y lo enjuagó con agua. Después le dio a oler la perfumada hoja de Reyes y néctar de fruta del árbol blanco de Gondor.
            Partió un trozo de lemba y se la dio a comer despacio, para que no se atragantara.
            La miró en silencio y, sin saber cómo, imaginó su vida. Alejada de los suyos, atrapada en un Castillo de Cristal a manos de los malvados sureños. Maltratada y mal alimentada.
            Y pensó que si era una trampa para él, merecía la pena morir si ella se salvaba de su prisión de cristal.
            En la lejanía se oía un canto, pero Legolas Hojaverde no lo escuchaba.
            - Brumbarum...
La Elfa del Bosque de Fangorn,
Misteriosa y Rubia.
Con cabellos trenzados...
            Brumbarum.
Compañera de Fangorn... – La voz se fue acercando y Fangorn encontró a la Doncella en brazos de Legolas Hojaverde.
            Y porque era sabio y antiguo, Fangorn vio que él la amaba. De un modo que no había amado antes y que la alegría había vuelto a su rostro después de la perdida de Ellessar y, supo también, que había recuperado la esperanza.
            Pensó en Legolas la primera vez que lo vio. Hastiado de todo y angustiado por la Terrible Guerra y después, cuando Ellessar subió al trono, feliz, pero con el alma inquieta porque el mar lo había llamado.
            Y supo que lo único que retenía a Legolas, Hojaverde, era el amor que sentía por Ellessar y que, una vez que él partiera a reunirse con los Reyes Antiguos, Legolas haría su último viaje, más allá del mar a Eldamar.
            - Brumbarum... amigo Hojaverde. – Saludó él.
Legolas oyó una voz, pero le sonó extraña porque había ido a un mundo en el que lo único importante era la Doncella. Y elevó el rostro dispuesto a morir por la libertad de Eldarinlaurea.
            Miró a su alrededor y encontró la barba de su amigo Fangorn y sus ojos profundos y antiguos. Y respiró tranquilo.
            - Fangorn...
La encontré merodeando por el arroyo y... yo no sé el motivo, pero se desmayó.
            - Está débil, muy débil.
Ha pasado dos Edades oculta al sol y a las estrellas...
            La raptaron hace mucho, mucho tiempo...
O... brumbarun... debería decir que se dejó llevar... Vivía conmigo... en mi bosque... yo la cuidé... dos Edades...
            - ¿Dos Edades?
            - Sí... Fue una Alta Elfa... hermosa y buena... Pura... Pero le rompieron... el corazón... y se exilió...
            Vino a mi Reino... todos decían que mi Tierra... estaba maldita...
 - ¿Qué más? ¡No te detengas Fangorn!
- No te precipites... Hojaverde...
- Lo siento, amigo.
Sólo me intriga su historia.
- La rechazó... aquel que ella amó... y decidió no dejarse ver más... por hombres o elfos...
Todos la amaban... pero él... la rechazó.
-¿Quién?
- No lo sé... Laurearan se cuidó de no decir mucho...
Conocía su dolor... y paseábamos juntos...
- ¿Se llama Laurearan?
- En verdad tenía otro nombre, digno de ella. Pero nunca lo dijo...
            “Maldito, amigo...
            Nadie recordará mi nombre hasta que decida si quiero volver”
- ¿Por qué la raptaron los sureños?
- El Rey... amó su belleza... – Fangorn miró a la lejanía, como recordando una vieja historia. – Y pidió que la atrapara como si fuera un Mukrar cualquiera...
            Pero sus caballeros... los del Rey... le dejaron decidir, y ella, grande entre los suyos los siguió a su prisión y condena... Pues el Rey había jurado... quemar cuanto vivía si no la tenía a ella... Pues tal era su locura y enamoramiento...
            Se despidió de mí... Lloraba y cantaba siempre una hermosa canción... sobre Melian y, según ella me dijo... la gente de su pueblo.
            - ¡Sindar! – Exclamó Legolas sorprendido. – Es de mí familia, entonces...
            La Doncella se movió inquieta en las rodillas de Legolas y comenzó a llorar.
            - El Gran Bosque... Oscuridad... Debéis protegerlo y yo iré con vos.
¡No! ¡No!... Necesito la luz del sol, no a través de un cristal...
            De acuerdo, me quedaré... Pero no hiráis a mi amado... – Eldarinlaurea se incorporó de golpe y miró a su alrededor.
            Respiró tranquila al darse cuenta de que todo había sido una pesadilla. Y vio de nuevo el bello rostro de uno de los suyos y la larga barba de Fangorn.
            - Soy libre. – Sonrió. – Su sonrisa era pura y dulce. – Lo había olvidado.
Al fin puedo volver...
            Retornaré a Eldamar, mi hogar más allá del mar.
            Fangorn, amigo querido... – Observó el rostro anciano y lo besó. – Cuida de mi Reino...
            - ¿Vuestro Reino?
            - Lo he recordado, tenía un Reino Hermoso... Mi Reino era tu Bosque, viejo amigo.
            - Sí, lo era señora mía.
            - No debo demorarme...
            “Al mar, al mar...
            Mi camino lleva a la Tierra de los Eldar...
            Allí recordaré mi nombre...
            Allí recordaré mi estirpe...
            Y seré feliz,
            Feliz al fin”.
            - Mi señora. – La interrumpió Fangorn y le tendió dos tazas llenas de un líquido. – Bebed mi bebida y os dará fuerzas para continuar.
            - Mi sabio Fangorn... Gracias. – Eldarinlaurea tomó los cuencos y los vació. Después observó el rostro anciano y acarició la larga barba. – Vuestro Bosque siempre permanecerá verde.
            Los males de los hombres jamás llegarán aquí. – Y una nube gris recubrió el Bosque de Fangorn. – A partir de ahora esta será la tierra de Avalón. – La Doncella mojó los pies por última vez en el Río y besó a Fangorn. Comenzó a caminar río abajo.
            - Esperadme, Doncella. – Legolas le tendióel brazo. – También yo regreso a Eldamar.
            - Sed mi compañero entonces.
            - Los míos ya habrán partido, no nos aguardan. Así pues caminaremos despacio para que no os canséis.
            - Gracias, caballero...
            - Legolas, de Ithilien.
            - Un placer, conocerlo.
            - Contadme vuestra historia.
            - Es larga y triste y no recuerdo el principio.
Contadme vos la vuestra y caminemos juntos. – La Doncella y Legolas caminaron varios días por los bosques de Fangorn, ahora conocidos por Avalón, y llegaron finalmente a los Puertos Grises.
            En la orilla un enano de las Montañas observaba el mar, triste y taciturno.
            - ¿Qué hacéis aún aquí, Gimli, hijo de Gloin?
            - Esperaros, señor Elfo.
Si vos no partís a Eldamar, yo no iré tampoco. – Y Gimli se giró para abrazar a Legolas y lo vio acompañado de una bella elfa.
            Le pareció más antigua que Galadriel, y hermosa como una mañana de Primavera. Tenía el largo cabello dorado y una corona de cristal y rubíes sobre su cabeza. Una larga túnica de terciopelo azul y al mirar su rostro le pareció cincelado en cristal. Firme y blando, joven y viejo, alegre y triste. Sus ojos hablaban de Edades de dolor y amargura.
            Y Gimli, el enano, cayó de rodillas ante ella. Y le habló en si idioma, y la comparó con Mitril y esmeraldas. Y se sintió pequeño y humilde. No la amó como a la Doncella de Lothlórien, pero se perdió en su mirada.
            Y Eldarinlaurea le sonrió al hijo de Gloin y le respondió en su lengua y lo llamó héroe, pues Legolas le había contado su valor en la batalla.
            Y lo besó en la frente. Y Gimli, Señor de las Cavernas Centelleantes, juró que no era hermosa, pues esa palabra le pertenecía a la Dama de Lothlorien, pero la llamó bella y juró que ninguna otra cosa sería bella para él, salvo su mirada.
            Los tres embarcaron y navegaron días y días. Un día vieron a lo lejos el Horizonte de la Tierras Imperecederas y sus almas se alegraron.
            En la Orilla de Eldamar un grupo de elfos estaba tirando al agua un arco y una flecha. Y un gran señor, lloraba la muerte de su hijo.
            A lo lejos vieron una embarcación. Y sus lágrimas se borraron y se llenó de júbilo y felicidad.
            Una comitiva de elfos, un Istari y tres Hobbits de la Comarca, que acompañaban al Rey, vitorearon el nombre de Legolas y Gimli.
            Y Legolas bajó del barco, y Gimli lo siguió.
            Un último pasajero salió de la barcaza y se quitó la capucha de tercipelo azul que cubría su rostro. Y de nuevo su rostro fue dorado, como sus cabellos, y sus ojos, sin brillo, brillaron de nuevo y se volvieron de un azul puro como el océano.
            Y, Thranduil la vio y enmudeció.
            - Sillaureawen. – La llamó. – La Hermosa Doncella Dorada no está muerta. – Y ella reconoció la voz y el rostro. Y la pesadumbre empañó su mirada. Lágrimas doradas asomaron a sus mejillas, y recordó el Quenya.
            - Yo soné contigo, Noble Thranduil.
            Partí y he vuelto. Yo me perdí...
            - Aiya, Sillaureawen. (Saludos)  – La saludó la Dama Galadriel. –Hermosa entre los nuestros.
            - Altariel!  - La Doncella miró a la Dama de Lorien y a su lado encontró el bello rostro de Celebron. Al ver el hermoso rostro y el cabello plateado, Eldarinlaurea corrió hacia él y lo abrazó con fuerza.
            - Oselle. (Hermana). – Dijo él. Y al estar juntos los demás vieron su parecido. Y supieron que eran hermanos y que se querían.
            Y Legolas, Hojaverde, adivinó que su Doncella extraviada había amado a su padre y el rechazó de él. Y que ella huyó al bosque de Fangorn para alejarse de su dolor.
            Y sintió que su alma se quebraba.
            - (Lágrimas doradas por mí. Nainie. (Lo lamento) – Habló Thranduil, y ella lo observó. Y vio a su hermano. Y a Gandalf y los tres Hobbits.
            Recordando la historia que le había contado Legolas, la Dama corrió hacia los hobbits.
            Abrazó a Sam, que se sintió pequeño a su lado y se sonrojó. Su belleza lo enmudeció. Y Bilbo sonrió y también calló, pues nada tan hermoso había contemplado en su vida, en sus viajes, ni tan siquiera en esa hermosa tierra. Y Frodo le habló en quenya. Y la llamó hermosa y compuso unos versos sobre ella. Pero todo cuanto hacía le parecía insuficiente, pues nada hacía justicia a la bella Sillaureawen. Y también se sonrojó.
            Y Elrond la abrazó. Y Ellrohir y Elladan le declararon su amor.
            Y Gandalf la abrazó como a una vieja amiga. Y la recordó,  y se reprochó haber olvidado la hermosura de Sillaureawen. Y sintió amargamente no haber sabido de su prisión de cristal.
            Y ella recordó quién era. Y supo que era grande entre los suyos. Una Alta Elfa Sindar y Reina de una colonia que había partido mucho tiempo atrás a Tierras Imperecederas.
            Y recordó que ella se había quedado por Thranduil y que él la rechazó.
            Buscó a Legolas, pero había desaparecido. Y se sintió vacía, pues ahora sabía que era el verdadero amor y el amor verdadero era Legolas de Ithilien.
            Y pensó que él tampoco la amaba. Quiso llorar, pero no pudo.
            - Thranduil... – Lo miró y le sonrió. – Namarie... Adiós. Yo te amé y tú heriste mi corazón.
            Ya no quiero tu corazón, tenéis mi bendición. En Fangorn encontré el verdadero amor.
            - Thranduil la observó y se sintió traicionado por haber perdido el amor de esa bella Doncella. Miró a su alrededor y Gimli estaba al lado de la Doncella, tendiéndole el brazo. –¿Tu amor es un enano, tu elección es un enano¿Los hijos de Elrond?.
            - Lala, Thranduil. (No Thranduil). – Respondió la Dama de Lorien. Y el Heredero del Bosque Verde.
            - Haryon Tarevenya!. – Llamó Thranduil. – Ven con tu padre.
            - Sinome, Inye Atar. (Aquí estoy, padre mío)  – De entre los Bosques surgió la figura de Legolas Hojaverde. Coronado y vestido como el Príncipe que era, y abrazó a su padre.
            Sillaureawen lo miró y su alma fue vencida. El dolor le traspasó el corazón y cayó al suelo.
            Su hermano la cogió y abrazó. El dolor se reflejó en su rostro, al observar el cuerpo caído de su hermana y ver el bello rostro dorado pálido.
            Y las lágrimas asomaron a su mejilla. Y Legolas, Hojaverde, oyó el ruído del cuerpo de Sillaureawen al caer y sonó como una piedra.
            Y sus pasos lo llevaron hacia ella. Y su hermoso rostro estaba blanco y sintió su cuerpo frío.
            La miró y acarició su mejilla. Y abrazó el cuerpo inerte.
            - Existe vida en ella, Legolas. – Le habló la Dama de Lothlorien. –Tú tienes su sanación. La flecha que atravesó tu corazón, atravesó su corazón.
            Legolas tomó el cuerpo de Sillaureawen.
Y Celebron herido de muerte por un dolor que no conocía límites arrojó su corona de plata y el orgulloso Thranduil también arrojó la suya.
            Todos los presentes lloraron angustiados al ver el hermoso rostro si vida, y los hobbits sintieron una punzada mayor de dolor que cuando habían atacado su Comarca.
            Sólo la Dama Galadriel permaneció en pie, con una sonrisa en sus labios.
            Y Legolas besó la frente de Sillaureawen.
            - Sillaureawen... – La llamó. -Regresad, regresad. Yo escuché vuestra voz y supe que seríais mi destino.
            Abrid vuestros ojos o yo apagaré los míos. Despertad, despertad, mi amada, mi amor. – Y el Príncipe del Bosqueverde besó los labios de Eldarinlaurea.
            - Legolas. – Susurró ella, mientras despertaba poco a poco. – Legolas... Legolas, añoro vuestro corazón, mi amado, mi amor.
            - Te entrego mi corazón.
            - Yo te entrego el mío. – Y los dos se besaron.
Y el bello rostro de Eldarinlaurea recuperó su luz dorada, y sus ojos azules resplandecieron como las estrellas.
            Y los demás los contemplaron satisfechos y celebraron su amor. Se hicieron un juramento de amor eterno, que aún perdura, pues allá, en Eldamar las Edades Nunca Terminan. Son Oiale (Eternas).
FIN


Hace algún tiempo escribía bastante fanfiction, o lo que es lo mismo, tomaba personajes prestados de mis novelas favoritas y les escribía una historia. En realidad era un juego para mí cambiar algunas cosas que no me gustaban en mis novelas, sin alterar para nada la historia principal, sino añadiendo detalles por aquí y por allá propios. Soy una gran admiradora de Tolkien y, por eso, es uno de los autores cuyos personajes he tomado prestados más veces. Mi favorito siempre ha sido Eowyn de la Marca, seguida muy de cerca por Legolas y con el tiempo decidí crearle una elfa a Legolas, un interés romántico que robase su corazón. Admito que escribí varias historias con varias elfas diferentes para él y hoy voy a publicar en el blog una de mis favoritas:  “Eldarinlaurea” que en una traducción bastante libre quiere decir elfa dorada. No es necesario decir que ninguno de los personajes usados en esta historia me pertenece más allá de mi Eldarinlaurea, todos los demás son del maravilloso Tolkien. He aquí un pequeño homenaje a mi personaje favorito y, sí, he usado alguna palabra en elfico. Lo habitual, aquellas que no implican un gran conocimiento de quenya porque, admitámoslo, me gusta coger cosas prestadas de mi autor literario favorito.

Nos vemos en el próximo Tejedora e Hilandera de sueños. Si sois seguidores de Tolkien y os gusta este pequeño relato homenaje os animo a publicarlo en vuestras redes sociales.  

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