ILUSIÓN
La tarde era oscura, el cielo estaba cubierto de copos de nieve que caían
suavemente sobre la tierra. En la penumbra apenas se veía nada, la respiración
del caminante era segura y tranquila.
Los copos resbalaban de su rostro juvenil, el viento susurraba una
hermosa canción y el muchacho reía. Su rostro era de color dorado, sus ojos eran ámbar y plata, sobre sus hombros
caía una túnica plateada, el travieso viento le arrancó la capucha que cubría
su cabeza, dejando al descubierto su cabello negro como la noche. Él observaba
a la gente paseando, las risas de los niños se arremolinaban a su alrededor, lo
envolvían y el joven se hacía más bello con cada risa.
Una niña pequeña se le quedó mirando
con los enormes ojos negros abiertos de par en par.
- Te veo. – Le dijo y él sonrío.
- Y yo te veo a ti, Diana.
- Yo no te he dicho mi nombre. – Dijo
y miró hacia a su madre que estaba durmiendo a su hermano pequeño. - No debería hablar con extraños. –
Diana se dio la vuelta, corrió hacia su madre y se acurrucó a su lado.
Desde la distancia, sintiéndose segura al lado de su madre, siguió el
recorrido del muchacho. Él llegó hasta
el gran abeto del parque decorado con guirnaldas plateadas y luces de colores,
susurró unas palabras y se desvaneció.
Diana corrió hacia el abeto, miró
por todas partes, pero el chico había desaparecido. En el suelo quedaba un
pequeño paquete rojo con un lazo de color plateado, lo recogió y se lo llevó a
su madre.
- Mamá al chico de antes se le cayó
este paquete.
- ¿A quién se le cayó?
- Al chico de la capucha gris, yo lo
vi, pero nadie más lo veía… era un poco raro.
- Es para ti. – Le susurró tras leer
la nota del regalo. Diana miró a su
madre con sus enormes ojos oscuros y lo desenvolvió. Era un extraño polvo
plateado y al tacto estaba caliente.
- ¿Qué es? – Preguntó.
- Es polvo de estrella.
- ¿Y tú cómo lo sabes?
- Una vez hace mucho tiempo una estrella bajó del cielo. – Siguió la
madre. – Era la estrella más importante de todas las estrellas porque era la
estrella de los Reyes Magos; yo lo vi porque estaba mirando con los ojos de mi
imaginación y sólo se muestra a niños pequeños. – Margarita observó el cielo,
sobre la cúpula una estrella plateada destellaba con gran fulgor.- Se llama
Ilusión, cada Navidad baja a la Tierra y pasea por las ciudades dando alegría a
los corazones de los demás. A veces, su fulgor se apaga porque en la vida
pueden ocurrir cosas buenas y cosas más malas, pero él siempre regresa para
recordarnos en estas fechas tan especiales las pequeñas cosas de la vida, las
alegrías de cada día, las esperanzas y sueños.
Ilusión te ha regalado un poquito de su magia para que nunca olvides
compartir tu alegría en la Navidad.
FIN
Y como he dicho anteriormente, San Judas me echó una mano con una cosa que le pedí hace algún tiempo, así que publico otra vez su Novena.
San
Judas Tadeo, apóstol y mártir, fiel intercesor de todos los que invocamos tu
patronato especial. En tiempo de necesidad a ti recurro, desde el fondo de mi
corazón, y humildemente te invoco, a ti San Judas, que cumples milagros y
ayudas a quienes ya no tienen esperanza. A ti, a quien Dios concedió ese gran
poder para venir en mi auxilio. Ayúdame en esta petición actual y urgente, a
cambio yo prometo dar a conocer tu nombre y hacer que otros te invoquen.